lunes, 13 de agosto de 2012

Burning en la casa de Torrejon


Glosando Burning Veneno del Rock.-  Torrejón y El fin de la década. Un poquito nada más.-


1979 fue el punto culminante de Burning. Entonces ellos mismos no lo sabían, eran jóvenes y arrogantes, creían en el futuro… pero lo cierto es que no lograron ya nunca superar el nivel de su segundo disco “El fin de la década”. En ese año se produjo la edición de su más renombrada entrega a la vez que en lo personal se daba el cambio hacia la madurez que implicó el traslado y la convivencia de todos  en una casa alquilada en Torrejón, dejando, siquiera a medias, las casas en las que habían vivido hasta ahora con sus padres: “Todos vinieron un día a la fiesta en nuestra casa de Torrejón” cantaba Toño en “Un poquito nada más”, una pieza autobiográfica  a ritmo de reggae. Mientras que canciones anteriores o posteriores tenían como protagonistas personajes individuales –Jim Dinamita, el Hermano dealer, Johnny el seco, Cristina, Tono…- en este caso el ritmo jamaicano nos lleva puerta a puerta por la vida colectiva de la propia banda y de quienes les rodeaban en ese año loco y mágico.  

La letra describía los ligues o novias de los miembros de la banda, y los encuentros con amigos que iban a liarla al piso en la ciudad del extrarradio madrileño. “Guau la que se armó…”. Torrejón de Ardoz está a pocos kilómetros de Alcalá de Henares, y entre las dos poblaciones, en el “corredor del Henares”, se alzaba la base militar aérea norteamericana. Al servicio de la base, desde los años cincuenta se habían construido decenas de edificios en el barrio de El Saucar para que fueran ocupados por los militares norteamericanos (en concreto 180 edificios de pisos y 120 chalets). Los yanquis llegaron con sus Phantom y sus armas, pero también trajeron también sus radios FM -la emisora de la base se hizo famosa- y su música de rock and roll que escuchaban en sus ratos libres los marines. Para los españoles de barrio, en aquel mundo dictatorial de los setenta cuya banda sonora era Lola Flores y Manolo Escobar, los gringos eran más la libertad que el imperio. Incluso traían guitarras eléctricas baratas, casi desconocidas por estos lares, que vendían en la puerta de la base… Pepe Risi se hizo con una, la famosa Negrita, aunque en su caso no la compró a ningún soldado, sino a un músico negro de “rithm and blues” que necesitaba desesperadamente dinero.


Los Burning, aun bastante jóvenes, vivían todavía en sus barrios –La Elipa, Batán, el Paseo de Extremadura-, y ensayaban en la Granja del Papi, donde habían compuesto tras dejar atrás sus primeros singles el reciente  primer disco grande “Madrid” y la famosa canción para la película de Fernando Colomo...  Pero el relativo éxito del LP y sobre todo el pelotazo que dieron con el single “Qué hace una chica como tú en un sitio como éste” les movió a alquilar uno de aquellos pisos cerca de la base americana. Se ha discutido si realmente utilizaban el lugar simplemente como local de ensayo o como vivienda comunal. La verdad es intermedia: ciertamente Toño, Risi, Quique, Johnny y Roberto (los cinco Burning de entonces) ensayaban y componían allí, en el salón o en una habitación específica del piso, y todavía no habían dejado de vivir con sus padres… pero también se quedaban muchas noches a dormir y organizaban fiestas.


Torrejón podía parecer una decisión extraña: chicos de barriada, les alejaba aún más del centro de Madrid al que supuestamente se dirigían. Pero es que todavía no había explotado la”movida” de Malasaña. Un año después, incluso menos, lo tendrían claro: sería entonces cuando se  acercaran a ese eje de la nueva música: Chueca, la Gran Vía, etc. Aunque lo harían ya trasladándose cada cual a un domicilio diferente. Eso no resuelve de todos modos la pregunta,  ¿por qué Torrejón ahora, por qué no seguir como estaban, en los barrios? Había una primera razón muy simple, la económica. El alquiler de ese piso como local de ensayo y domicilio ocasional les salía más barato que el Papi. Lo cuenta Roberto Oltra, batería de Burning en esa época:

-Para explicar Torrejón hay que hablar de Rocky, el pipa de Burning, el road manager, el sexto Burning casi, alguien que fue muy importante y con quien nos portamos muy mal fichando luego con Gay Mercader por las pelas… Usábamos entonces una furgoneta que era de esas de nueve plazas con una parte atrás para carga, y la conducía el propio Rocky o bien otro al que llamábamos Plátano. Pero un día fallaron en un bolo, y Rocky nos mandó a otro conductor con una pinta siniestra, alto, fuerte, hoy nunca me metería en una furgoneta con alguien con esa pinta... Venía también con una furgoneta distinta, que estaba pintada la parte de abajo blanca y la de arriba azul, y le había puesto un escudo de Madrid con el oso y el madroño, así que parecía un coche oficial de la policía municipal, y aparcaba donde le daba la gana, jaja. Este conductor nos llevó a un festival en Gijón, el Carrizo Pop, en una discoteca donde por cierto hacían bingo ilegal, aun no estaba autorizado… El conductor se ponía ciego de pacharán, y con las mismas tiraba luego para Madrid. Total, que en el camino el chófer nos comentó que él vivía en la colonia militar USA en Torrejón, porque había pisos muy baratos, 11.000 ptas. mes. Nos gustó la idea, y alquilamos un piso en su mismo edificio en la planta baja, el conductor vivía en el segundo, encima de nosotros.

Otra motivación, eso sí, podía ser que ese edificio en concreto se estaba convirtiendo aceleradamente en un núcleo de músicos. La famosa idea de la incipiente colonia artística de Torrejón, que quedó en nada al llegar la movida del centro... En cualquier caso, fuera o no casual, el traslado de los Burning a este piso motivó la conexión con músicos que se movían por Alcalá tocando para los militares música pachanguera o alternativamente en grupos más serios –en la época, muchos combinaban la música que les gustaba, el rock, con la música de baile o verbenas para ganar dinero-. Músicos que fueron muy importantes en Burning en los años siguientes, y sin los que no pueden entenderse los cambios futuros de formación; Torrejón/Alcalá representó un vivero para Burning, de donde nutrieron su nueva sección rítmica  este mismo año, y el  más importante saxofonista de Burning, que se incorporó al año siguiente. En esa onda estaban el alcalaíno Lito (que pasaría a ser el batería de Burning cuando Roberto Oltra se marchara, es decir, ya en el invierno de 1979), el gallego Manolo Fernández (bajista a partir de mediados de año tras la inmediata defección de Quique “Lastrumg”) y  el saxofonista Mikel Slingluff (que también entró en Burning en 1980, y de hecho era hijo de un matrimonio mixto, de un controlador aéreo militar estadounidense de la propia base de Torrejón, y madre española).

Los Jaguars un grupo de los sesenta compuesto por militares USA de Torrejón


Pero aún debemos añadir importantes colaboradores, dos guitarristas notables, el argentino Guillermo Moreno “Pichacho”, que venía huyendo de la dictadura argentina, bajo la cual incluso había sufrido tortura, y Paco Palacios, que empezaba a descollar como lo que pronto sería, uno de los mejores guitarristas de rock español. Ni Pichacho ni Palacios llegarían a integrarse en Burning, aunque ambos colaboraron con ellos: Pichacho, muy amigo sobre todo de Pepe Risi, ya en el nuevo LP y en otros posteriores; Palacios sólo en el disco “Atrapado en el amor”, ya en 1982, pero eso sí, con un rol relevante, de productor y guitarrista principal.

Ubiquemos a los músicos. En el mismo edificio que habían alquilado Burning, además del chófer que ocupaba el piso superior, en un piso grande, más arriba, vivía el  director de cine Julián Núñez junto con el gallego Manolo Fernández, que por entonces tenía su propia banda. De hecho ya tenía mucha amistad con los Burning, y Toño le cita en el tema “Un poquito nada más” cuando habla de Chusa, en realidad la mujer de Manolo por entonces (“Chusa tuvo gemelos, pero ninguno sobrevivió”, y es que Manolo y su mujer tenían ya un hijo, y ésta se había quedado embarazada de gemelos… que no llegaron a nacer). En este mismo piso grande vivía Bibi Andersen con su novio de por entonces, y el citado guitarrista argentino Pichacho, que pronto se hará íntimo de Risi. Además, enfrente, otro piso era ocupado por un grupo puertoriqueño de salsa que todos recuerdan como excepcional. Ese grupo se llamaba “Un poquito de todo”, y ese nombre dio la pista a Burning para llamar a su tema autobiográfico “Un poquito nada más”, según nos dice Manolo Fernández. También vive allí el percusionista Yiyo, que también  llegará a tocar puntualmente en el disco “El fin de la década”.

No quiere eso decir que todo el edificio lo ocupara gente del mundillo. Roberto Oltra recuerda que mayormente vivían allí pese a todo los marines americanos con sus familias.
-Nuestro piso era un bajo, estaba a la altura de la calle, y los niños de los americanos se ponían a mirarnos ensayar asomándose a través de la ventana…

Phantom de la epoca en Torrejon


Esta mezcla peculiar, contra natura, de disciplinados militares U.S.A. y músicos del rock pionero español de disipada vida, se prolongaba en los pocos bares de la zona. Hay que huir sin embargo de la mitificación del lugar como un emporio artístico. Es inevitable que las canciones de “El fin de la década” apelen a la fantasía… “Cuando llegaron las chicas del Pinky fue cuando aquello se calentó”, dice de nuevo “Un poquito nada más”. ¿Estaba aquello lleno de bares de rock y ambiente bohemio?

-Qué va. El “Pinky”- dice Roberto Oltra- era simplemente un bar junto a la base americana, frecuentado por los militares. Un sencillo bar de tapas y raciones, con una tortilla estupenda eso sí, y que tenía una jukebox donde podíamos pinchar éxitos del rock inglés y americano. Yo realmente escuché a los Rolling Stones muchas veces en esa máquina de monedas, y no era fácil escuchar a los Rolling en España por entonces. En el barrio más que nada vivían los americanos.



Algunas chicas sí había, pese a todo; la canción no mentía. Estaban como siempre las fans que se venían de los bolos en la furgoneta y se pasaban algunos días con ellos en Torrejón. O las del lugar que se dejaban caer por el Pinky. Los Burning citan a la “Cherry” en los créditos del disco... Pero todos coinciden en que más que lumis, lo que había en el bar eran  simples chicas del lugar con ganas de pasarlo bien, que  a veces se unían a las fiestas en el piso. Y hasta el piso llegaba a veces Tono, el dueño del Pentagrama,  otro gallego que traía marisco de su tierra, rumiaba su reciente separación y la distancia con su hija Paula, reflejada en la balada del disco, “Lo que el tiempo no borró”. Pero el cocinero más famoso en la casa no había que buscarlo fuera, era el propio Risi, que tenía dos especialidades, una los spaghettis al costo, pasta con un suave tamiz de marihuana; y otra que el batera Roberto Oltra recuerda más, un plato simple, los increíbles huevos fritos con patatas del Pepe…

-Nunca he comido huevos fritos como esos… La verdad es que no vivíamos fijos allí, pero entrábamos y salíamos de aquella casa. Un día llegué y estaba Pepe improvisando con la Negrita sobre un disco de Lou Reed, y me puse a tocar con él. Ahí, entre copas y música, con Risi, capté la esencia de la música de Lou…

La grabación del LP “El fin de la década” en Barcelona a lo largo de varias sesiones en el invierno de 1979 es en fin bastante compleja, y no es ajena a la conexión con Torrejón, ya que acuden a los conocidos para completar la grabación, como refuerzo o para suplir los problemas con la percusión: Roberto el batería solo toca dos temas, y tras una discusión con Toño abandona Burning en plena grabación. Se las arreglan como pueden, y en lo que falta asume la batería en un tema el propio Risi, en otro Yiyo hace percusión, y Ramiro Penas (de Leño) toca la batería en cuatro canciones. Finalmente fichan a Lito, que sin haber tocado ni una nota es el que llega a tiempo para la sesión fotográfica y  el que sale en el disco… En las guitarras a su vez invitan a Pichacho a que toque en varios de los cortes, aprovechando que estaba en Barcelona grabando con su propia banda. Pero sólo se le acredita en “Las chicas del drugstore”, cuyo solo central de guitarra ejecuta; y que es cuando supuestamente aparecen por el estudio azafatas de Iberia amenizando con poses sexys la grabación, lo cual sostienen Johnny y Oriol Llopis, y niegan Quique Pérez y el productor Tudela.  Lo que sí está claro es que quien pisaba el estudio eran los amigos catalanes omnipresentes en la época, como el citado Oriol Llopis y su novia de entonces, que se llevaban a los Burning al bar Marsella a tomar absenta de 60º en compañía de lumis septuagenarias…

El año 1979 fue un año feliz, aunque empezaba a introducirse la droga con fuerza, algo que llevaban casi en privado Antonio el cantante y Pepe Risi, pero que pronto fue un secreto a voces. Quique el fundador y manager-administrador se había ido, y los bandos empezaban a gestarse, con Toño cada vez más amigo de Manolo, el nuevo bajista,  y distanciándose lentamente de Risi. Las relaciones sentimentales también afectaban: Pepe había dejado a su novia de siempre, la discreta  Loly, y estaba con Emma, una chica con pretensiones de modelo, o quizá para ser más realistas más de actriz del despate de la llamada "apertura",   que había salido ya desnuda en Interviú y Fotogramas y estaba mucho más en la onda de desparrame en la que se movía la banda ahora. Toño a su vez había seguido el camino contrario, dejó a Puri, su guapa novia del barrio de la Concepción, y se había unido a Esther, una burgalesa formal del pueblo de Briviesca a la que había conocido en un bolo en las fiestas del lugar y con la que había experimentado un súbito y extraño flechazo. Hay boda y embarazo de Esther, Toño se va a vivir a un piso en Madrid que le han conseguido los padres de su reciente  esposa. A los pocos meses nacerá Penny.  Risi entretanto se traslada a la calle Caballero de Gracia (con vistas a Jardines) con Emma. Johnny se muda junto a Julián Nuñez y otros jóvenes metidos en el arte a una buhardilla en Chueca.  El acercamiento al centro y a la movida ha comenzado, pero también la disgregación del núcleo de Burning. Ya no componen juntos, y Toño y Manolo, ya muy metidos en la heroína, empujan a la banda hacia el pop. Risi  tampoco se aparta de las agujas, y empieza a perder peso en la línea musical de la banda. El cisma se está gestando lentamente. “Bulevar”, el siguiente disco, está liderado por Toño, y prácticamente no hay temas compuestos a medias. A estas alturas, ensayan ya en un local de Ajalvir, y han dejado la casa de Torrejón, que es sólo un bonito recuerdo que ha durado un año; eso sí, un año intenso y fructífero.

 Tampoco es que se hicieran demasiadas ilusiones: “Un poquito nada más es todo lo que espero de tí…”.

Postdata en 2012: La foto de “Un poquito nada más” se ha vuelto sepia. Hace muchos años que los americanos se han ido de la base; ya no existe la guerra fría. Toño y Risi también nos dijeron adiós, al igual que Paco Palacios. Manolo y Lito están fuera de Burning… Pero de los de Alcalá continúa Mikel Slingluff tocando el saxo junto a Johnny, con su “feeling” de siempre. En Torrejón queda el Pinky, que se anuncia como el antiguo bar de los yanquis, reconvertido ahora en familiar restaurante-barbacoa… Y el rock, que nunca muere, se ha apropiado del piso de los Burning. Yiyo sigue viviendo en el edificio, y sobre los nuevos tiempos nos cuenta Javier, responsable de Kasperlemusic:

-El Pinky sigue abierto, son famosas sus costillas a la barbacoa. El Yiyo sigue haciendo sus cosillas en la música y en cualquier curro que le sale. El piso que tenían los Burning es ahora un local que tenemos nosotros alquilado. Casualidades de la vida, nosotros montamos en ese local un estudio de grabación y sello discográfico (Kasperlemusic) sin saber nada de la historia que tenía ese sitio hasta que un día vino Yiyo (vecino del bloque) y nos la contó. Nos gustaría quedar con Johnny e invitarle a visitarnos, podemos comernos unas costillas en el Pinky, jeje, y que nos contara de primera mano las aventuras y desventuras que pasaron en esos años...

Carlos S. nos da detalles directos sobre el piso de los Burning, tras una reciente visita:

-El piso es un bajo que da a la calle de atrás. Enfrente están los chalets de los americanos. Cerca del famoso puente de los americanos. En el valle del Henares hay muchas viviendas de ese estilo. Hechas en los años sesenta, los bajos antes eran viviendas con rejas. Muchas han sido convertidas en negocios, y la entrada, que antes se hacía por el portal, como el resto de los vecinos, pero sin escalones, o con muy pocos escalones, ahora se realiza por una puerta directa a la calle. El "Pinky's" está muy cerca, a unos 200 m.

*Restaurante Pinky’s-Barbacoa, Plaza Grande 6, Torrejón de Ardoz.

Agosto 2012 Ricardo Moyano